Situado en el porche de una casa en ruinas, yacía un viejo
tazón marrón, con la parte superior astillada, una cálida brisa rozando la
cerámica calentada por el sol.
—No hay nada más poderoso que una taza de té —le dijo una
vez la Vieja Doña.
Lyric Mason, de veinte años de edad, levantó el tazón, sus
tristes ojos atraídos por su imperfección. Había venido a casa a despedirse de
su abuela y a encargarse de una sobrecogedora herencia familiar que la
agobiaría para siempre.
Ella no había contado con Grayson Kramer, de veinticinco
años de edad.
—Las mujeres de esa familia te volverán loco —decían en el pueblo—.
Te robarán el corazón y destruirán tu alma —prometían.
A pesar de sí mismo, el afligido Grayson estaba fascinado
por Lyric, por los rumores y las acusaciones que la rodeaban. La prisión lo
había cambiado y la culpa casi lo había destruido.
Era la culpa lo que los juntaría.
Porque en Hiccup, Mississippi, yacía una deteriorada casa,
la residencia temida por los lugareños, con un grupo de cuervos posados en el
techo. En esta casa, había una taza de té llena de secretos guardados por una
mujer que Grayson no podría ignorar.
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